A SOLAS
Esta tarde de mayo es una tarde
como tantas que han sido: una tarde del mundo.
Muestra una luz vivísima
que exalta cuanto toca y ven los ojos,
que persiste en las cosas y que no quiere irse.
Esta tarde cualquiera y tan común
no es nada apenas y es un don incalculable
que yo respiro en calma, aquí, en mi cuarto,
concentrado tan sólo en mirar hacia afuera,
fascinado y dichoso y muy consciente
de lo mucho que valen estas horas,
este tiempo indistinto y único en que la vida
se me acercó propicia y en voz baja me dijo:
«Siéntate ahí; por hoy,
ningún cuidado tengas; quédate en paz». Y luego
a solas me dejó,
a salvo de ella misma y de mí mismo,
al margen del dolor y de la muerte.
Eloy Sánchez Rosillo