UN VASO CON ANÉMONAS
Ya no queda nada de los años
aquellos. El olvido, lentamente,
lo ha ido borrando todo, y es tu imagen
la sola luz que a veces aún brilla en tanta noche.
Qué habrá sido de ti, de tus ojos que siempre
miraban confiados como si eternas fueran
—por ser bellas— las horas, tiempo quieto y sin muerte.
Dónde estarás, dónde estarán los días
de nuestra desvalida primavera,
el cuarto aquel, el sol que en el crepúsculo
acariciaba un vaso con anémonas.
Eloy Sánchez Rosillo